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Jaime Mañalich: "Aprendí que el morir es parte del vivir"

En entrevista con Revista Ya, el candidato a senador por la Región Metropolitana, señaló que lo que nos ha mostrado la pandemia "es lo importante que es la familia y los pequeños momentos".

-Ud fue ministro de Salud al inicio del periodo sanitario más álgido de Chile en 100 años, ¿qué fue lo más duro?

-Tratar enseñar conceptos técnicos, que hoy día nos son obvios, a través de una verdadera cadena nacional diaria, como: pandemia, contacto estrecho, inmunidad de rebaño, PCR, cuarentena, en un lenguaje común y comprensible para lograr que la gente se cuidara. No siempre tuve éxito.  

-¿Hubo un momento en que se sintió agredido? 

-Como ministro y médico, siempre he tratado de estar lejos de las oficinas y cerca de la gente. Tanto por el estallido social como por el miedo que se tenía a la pandemia, varios de estos contactos se transformaron en agresiones importantes. Un ejemplo, fue cuando fui al Hospital Padre Hurtado, un recinto ubicado en la zona sur de Santiago, que no podía ser ocupado a plenitud por las balas locas del narcotráfico que ponían en riesgo la vida de nuestros pacientes y funcionarios de salud. Acordar protección, reforzar la seguridad y prácticamente blindar el recinto, para luego salir en medio de golpes y escupitajos (…) La herramienta esencial es el coraje para seguir adelante.

-¿Pensó en la muerte en pandemia? 

-Consideré que la posibilidad de infectarme y morir era muy alta, y me preparé psicológicamente para ello. En general, no tengo grandes temores, entendiendo que lo que toca vivir depende muy poco de la voluntad de cada cual, y mucho más de elementos que no controlamos. Lo que más me preocupaba era contagiar a mi familia, particularmente a mi esposa.

-¿Cómo compensaría hoy al personal de salud? 

Merecen gratitud y reconocimiento. Se han dispuesto bonificaciones, pero tan trascendente como eso es el recuerdo, dejar grabados en un monumento los nombres de quienes partieron. Personas que, en un acto anónimo, pero de verdadero compromiso, lo dieron todo por tratar de salvar a otros.  Quizás la búsqueda de un nuevo sentido para la Plaza Italia-Dignidad pueda ser este reconocimiento.

-Lleva 42 años casado y 3 hijos. ¿Cuál ha sido su llave secreta?

- Mi mujer. Su vocación de familia es heroica y contagiosa.  

-¿Qué será lo primero que hará cuando Chile se normalice? 

-La pandemia lo que nos ha mostrado lo importante que es la familia y los pequeños momentos. Echo mucho de menos a mi hijo músico que vive fuera hace varios años. Si la normalidad permite volver a encontramos y compartir con él junto con mis otros hijos, sería un tremendo regalo. Así como disfrutar de mi nieta.  

-A sus 8 años, un auto lo atropelló y perdió un riñón y el bazo. Su mujer es trasplantada. ¿Cómo es su relación personal con la vida y la muerte?

-Respetuosa. El momento más crítico de salud lo tuve hace 20 años por una septicemia que me tuvo al borde de la muerte. Cuando iba empeorando, tuve la certeza que era el fin. Despertar de nuevo fue sorpresivo, y desde entonces entiendo que los años adicionales son un regalo y una misión...Aprendí de cerca que morir es parte del vivir.

-Entre sus hobbies está el fútbol y la lectura. ¿En qué libro se refugió como Ministro de Salud?

-Una de las pérdidas del período en el Ministerio en pandemia fue abandonar la lectura. He recuperado la posibilidad de retomarla con verdadera obsesión. En política, estoy con “Bandera Roja”, de David Priestland, que es una historia cultural del comunismo, y en ficción, “Como Polvo en el viento”, de Leonardo Padura, un cubano del que no me he perdido ninguna novela desde que me cautivó con “El Hombre que amaba a los perros”.

-Es candidato a senador independiente. ¿Qué virtudes cree que tiene para un cargo de elección popular? 

-Provengo de una familia inmigrante de clase media y he tenido muchos beneficios de un país generoso. Como médico, entiendo el estado de necesidad de las personas y en la vida pública, he podido interactuar con las tareas del gobierno y con los legisladores para sacar más de 20 leyes. Una buena política hoy necesita escuchar y volver a escuchar, pero también dar respuesta a las demandas de la ciudadanía. 

-Usted es un hombre frontal. ¿Esa frontalidad le ha dado satisfacciones o penurias? 

Ambas. Tener el timón firme en la mano durante la pandemia o para la reconstrucción de hospitales luego del terremoto del 2010, requería firmeza. En nuestro país, hay una cultura de ocultar lo que se piensa y eso, a pesar de cualquier indicador económico, nos hace subdesarrollados. Sin confianza en la palabra, no hay contrato social. Desgraciadamente, pareciera a veces que la línea más corta entre dos puntos no es una recta, sino una curva llena de sinuosidades. La frontalidad, tan característica de los catalanes, se transforma en ofensa. Solo decir “esto está mal hecho” genera enemistad, y con ello, lo que es bueno lograr, se pierde.

-Si pidiera un deseo como candidato al Senado hoy, ¿cuál sería?

-Recuperar la paz para Chile.